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ENTREVISTA: Emilia Sanz, la primera veterinaria en abrir una clínica a Barcelona
19/10/2023
“Mi generación ha tenido que reivindicar la profesión veterinaria y hacer una gran labor de educación a los propietarios sobre la necesidad de ir al veterinario”
¿Cómo nace tu vocación veterinaria?
No tenía tradición familiar y en casa a nadie le gustaban tanto los animales como a mí. Desde muy pequeñita, con 4 o 5 años, ya perseguía gatos por la calle y en el bolsito siempre me llevaba algún cachorro a casa. Mi padre, que calzaba un 43, tenía unas zapatillas forradas en las que yo siempre metía los gatitos que recogía. Y en el pueblo donde veraneábamos siempre me iba con el pastor y las ovejas en lugar de juagar con los otros niños en la plaza.
¿Siempre tuviste claro que querías dedicarte a los animales de compañía?
Estudié del 72 al 77 en Madrid y me especialicé en clínica tanto de grandes como de pequeños animales. En aquel entonces solo podías escoger entre clínica, producción o bromatología. Cuando volví a Barcelona al acabar la carrera empecé a hacer el doctorado en un departamento de la Politécnica que dirigía el Dr. Puchal. Mi tema era la alimentación del langostino.
Mientras en la carrera ya éramos unas cuantas mujeres, en este departamento era la única mujer, y después de unos meses trabajando sin cobrar y a pesar de mi expediente y puntuación, me dejaron claro que si había una beca no sería para mí. Así que me enfadé y me fui. Entonces me dediqué a hacer urgencias para la Residencia Canina Bonanova. No tenía contrato, ni Seguridad Social ni un gran sueldo, pero sí obtuve la experiencia de trabajar cada día 300 perros.
¿Y cuándo llega la idea de fundar tu propia clínica?
Unos meses después, vi un local en la Travesera de Gracia, me gustó y con el apoyo de mis padres me lancé a montar mi clínica. Fui la primera mujer en abrir una clínica en Barcelona y sola, sola: abría la puerta, cogía el teléfono, hacía los pedidos, atendía a los clientes, visitaba a los animales…
Muchas veces cuando entraban en la clinica me decían
- Vull parlar amb el veterniari
- Soc jo
- No amb vostè no, amb el veterniari
Era 1978 y tenía 22 años. Me decían “¿qué pasa, que la veterinaria se da en un cursillo?”. También recuerdo que cuando había una cena de algún laboratorio a mí no me invitaba porque “eres niña y, claro, las conversaciones son diferentes”.
A veces llegaba a casa después de 14 horas trabajando y pensaba que a lo mejor me había equivocado, pero siempre he sido luchadora y un poco rebelde, así que al día siguiente volvía con más fuerza.
Era mujer, joven y sola. Tuve que luchar mucho, trabajar mucho, pero mucho…estuve ¡11 años sin vacaciones! Pero poco a poco pude contratar a alguien y venían a hacer prácticas. Por mi clínica ha pasado mucha, mucha gente. Y allí he estado hasta al final, cuando la he traspasado al jubilarme.
¿Y qué balances haces visto con cierta perspectiva?
Como mujer, cuando empecé estaba muy sola, he luchado mucho por mi profesión y para sacar mi clínica adelante, he tenido que demostrar que era mejor que los hombres, pero estoy satisfecha de mi vida profesional: ¡46 años! A pesar del esfuerzo, mi ilusión era ir a trabajar cada día, estudiar y trabajar para sacar un buen diagnóstico, preguntarme por qué y para que… Creo que tengo la profesión más bonita del mundo.
Al mismo tiempo debo decir que mi generación ha tenido que reivindicar la profesión veterinaria. Por un lado, hacer una gran labor de educación: éramos muy pocos y teníamos que concienciar y convencer al propietario de la necesidad de ir al veterinario, de hacer pruebas, de evaluar y tratar a los animales. Me decían: “¡yo no me hago análisis de sangre y se lo va a hacer al perro!”.
Por otro lado, también hemos tenido que trabajar con mínimos e inventarlo todo, y cuando digo inventar, quiero decir inventar. Ahora abres un cajón y tienes catéteres, suturas, de todo. Yo mi primer búster lo hice con un cubo de playa. Y solo había un señor en toda Barcelona que hiciera análisis de sangre.
También has hecho una gran labor a favor de la normalización de los perros guías en espacios públicos
Sí, y estoy muy orgullosa. Todo empezó con Jordi Mas Roure, era mi cliente y tenía un labrador como perro guía. Una vez, no pudo entrar a un hospital para ver a su madre enferma, tuvo que dejar el perro en el coche y el perro sufrió un golpe de calor. Lamentablemente murió.
Este hecho nos despertó una gran sensación de injustica y juntos iniciamos una importante lucha reivindicativa. Batallamos, fuimos de ventanilla en ventanilla, hasta que 1985 conseguimos un decreto ley pionero en Europa que permitía la admisión de los perros guías en cualquier espacio (taxis, bus, hoteles, hospitales…) excepto laboratorios y quirófanos.
Me siento muy orgullosa de lo que conseguimos.
¿Qué les dirías a las estudiantes de veterinaria?
Cuando yo era joven no era lo mismo, pero ahora da lo mismo que seas hombre o mujer. Lo importante es que sean buenas profesionales, valientes y leales con lo que piensan, que cuiden la profesión y disfruten tanto como yo la he disfrutado.
Emilia Sanz Maudes
Num. Col·legiada 505